Reconozco que mi primer pensamiento ha
sido, ¿aún nos seguimos preguntando este tipo de cosas? Entonces, es que aún
“estamos en bragas" como profesión.
Pero ya se sabe que este tipo de preguntas
suelen llevar gato encerrado, no son tan sencillas como parecen, y nos podemos encontrar
con una respuesta diferente de cada educador social a quién se la formules.
Podía comenzar a hablar de las
múltiples teorías sobre la naturaleza del ser humano y recordar a grandes
pensadores que trataron este tema: Hobbes “el hombre es un lobo para el hombre”
Rousseau “el hombre es bueno por naturaleza y es la sociedad la que lo
corrompe” Marx “la esencia humana es, en su realidad, el conjunto de relaciones
sociales”… pero creo que hoy por hoy a nadie se le escapa que las personas nos
construimos día a día y en ese proceso de construcción influyen aspectos
genéticos, culturales y sociales… la herencia y el ambiente.
Que pesadez, no es el momento.
Pero en esta exploración de mi respuesta,
no puedo dejar de pensar en las conversaciones mantenidas a lo largo de este
año en #HablemosEduso. Estas conversaciones, me han servido para seguir
“haciéndome” y en las que muchas de ellas se hablaba precisamente de esto, de
profesionalización y la necesidad constante de seguir “haciéndonos” como la que surgió entorno a un post del gran
Fernando de La Riva (que nos propuso el también gran Asier Gallastegui)
titulado “Cuando las vacas eran gordas, ¿Repolitizarse o qué?”.
Al pensar en este proceso de
profesionalización llevado a cabo por la educación social (una profesión
relativamente joven y aún en construcción) hemos podido comprobar que no se
trata de un proceso lineal, sino un proceso dialéctico de avances y retrocesos,
que remite a valores, intereses y objetivos muy diversos, una red compleja de
relaciones entre los distintos actores que intervienen en este proceso: el
Estado, el mercado, la Universidad, los usuarios, los propios profesionales y
otras profesiones con las que se “compite” por una misma jurisdicción laboral,
así como los recursos por los que se mide la intervención de los mismos: los
profesionales aportan cultura e ideología, las universidades formación,
acreditación e investigación, el Estado políticas sociales, el mercado empleo.
Pero es en este punto dónde debemos pararnos y referirnos a la caracterización
de este modelo como dialéctico y comprensivo ya que las mismas variables que
actúan como facilitadoras de profesionalización, también, en ocasiones (y
quizás estemos viviendo uno de los grandes momentos de desprofesionalización)
facilitan la desprofesionalización:
1º Un Estado que privatiza y recorta en
gastos sociales básicos como atención primaria, sanidad y educación, cuyas
políticas sociales se basan en la mercantilización de servicios donde solo
importan resultados cuantitativos marcados por la terminología empresarial.
2º Un mercado que genera más que nunca
desempleo y precarización del empleo, proletización del sector con un regreso
al voluntarismo y al asistencialismo basado en las antiguas concepciones sobre
caridad y beneficencia.
3º Una formación dirigida a la gestión y a
la eficiencia de los educadores. La Universidad también puede alejarnos de este
proceso de profesionalización si solo se preocupa, como decía Saramago, por
complacer a las exigencias del mercado.
Es por ello que debemos seguir apostando por una formación cercana, pegada a la praxis, del conocimiento formal, especializado y técnico que los educadores sociales necesitan, debemos seguir cuestionándonos que tipo de profesionales queremos llegar a ser y quizás no dejar de preguntarnos nunca si nacemos, o nos hacemos, aunque la respuesta parezca estar clara, aunque nos parezca solo una cuestión llena de obviedades, aunque ello conlleve tener de nuevo la sensación de “estar en bragas”.
Para otro post (que quizás nunca escriba)
Tenemos que
tener presente que nos encontramos en un nuevo escenario, el del aprendizaje a
lo largo y ancho de la vida (LifeLong Learning); conocimiento en red, conocimiento distribuido, nuevas profesiones, carreras profesionales más flexibles y
dinámicas, un aprendizaje más personalizado, necesidad de formar a
aprendices mucho más emancipados … , esto no es solo una cuestión de educadores
sociales, ni de profesionales sino de ciudadanía, lo que significa que esto
seguirá siendo un continuo “seguir haciéndose” de ahí que una de las palabras
que más me gusta escuchar últimamente sea la de “hacedores”.
Muchas gracias de nuevo al CEESC por invitarme a participar de este carnaval de blogs con motivo del día de la educación Social (#EdusoDay2014 #DiaEs)
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